El mundo le dice adiós al presidente Mujica
José Mujica en su casa en las afueras de Montevideo el 9 de julio de 2014 (AFP / Daniel Caselli)
Montevideo, 27 de febrero de 2015 - José Mujica Cordano vive en una casa sencilla, de techo verde y poco más de 50 metros cuadrados en una zona rural a las afueras de Montevideo. La vivienda es austera pero funcional: pocos muebles, los indispensables para una vida que en su rutina hogareña incluye cocinar, alimentar a sus perros y de tanto en tanto, cortar algunas flores de las que cultivaba para ganarse la vida. La primera vez que visité ese lugar por el que pasaron decenas de periodistas en los últimos años, poco fue lo que me llamó la atención. Entrar a su casa rodeada de plantas por la pequeña puerta de madera bajo el alero, fue ingresar en la vivienda de un uruguayo común y corriente. Pero Mujica, aunque lo pretenda, no lo es.
A semanas de cumplir 80 años, este hombre que fue florista, activista político en las calles, guerrillero, preso político brutalmente torturado, diputado, senador y ministro, abandonará este domingo primero de marzo la Presidencia de Uruguay a la que llegó en 2010. Fueron cinco años al frente de un gobierno que tuvo a su país y a él mismo como frecuentes protagonistas en la prensa del mundo entero.
El presidente uruguayo reunido con su par estadunidense, Barack Obama, en el despacho oval de la Casa Blanca, Washington, el12 de mayo de 2014 (AFP / Brendan Smialowski)
Siempre vi la elección de un ex guerrillero a la Presidencia de Uruguay como un gesto de tolerancia de una sociedad en la que las heridas que dejó la época de la guerrilla y posterior dictadura en los 60, 70 y 80 siguen abiertas. Ese hecho me pareció de por sí interesante y digno de análisis. Desde el gobierno, Mujica sorprendió por alguna de las medidas que apoyó. Y, en la era de las redes sociales y la inmediatez de la información, se convirtió en el presidente uruguayo más famoso de todos los tiempos. De su trabajo al frente del gobierno, pero sobre todo de la evolución de su pensamiento político que fue desde las armas a la paz, desde la acción en las calles a la acción filosófica que caracteriza hoy su figura, trata mi libro "José Mujica. La revolución tranquila". En él busqué sintetizar las claves del éxito de Mujica en el mundo y de las críticas que lo rodean sin descanso en su país; traté de explicar el fenómeno político desde la perspectiva del ser humano que tiene aciertos y errores.
Mujica es rodeado por periodistas y simpatizantes al bajar de su famoso Volkswagen escarabajo en las jornada electoral del 26 de octubre de 2014 en Montevideo (AFP / Daniel Caselli)
¿Quién es, en realidad, José Mujica, hombre y presidente?
Durante su gestión, Uruguay aprobó una inédita ley que regula el mercado del cannabis. Producción, distribución y consumo tendrán al Estado como garante, un hecho único en el mundo. La iniciativa fue aprobada con 64% de la población declarándose contraria a la idea. Y se produce en un país periférico al narcotráfico, pero inserto en la región que por excelencia es el escenario de la guerra armada antidrogas. Mujica cataloga la idea como un "experimento" de seguridad y salud pública que, de fracasar, sería desarticulado.
Entre 2010 y 2015, este país enclavado entre el Río de la Plata y el Océano Atlántico, como apretado entre Argentina y Brasil, dos de las economías más importantes de la región, dio otros pasos para aumentar las libertades individuales. El aborto por la sola voluntad de la mujer es legal, y las parejas formadas por personas del mismo sexo pueden casarse libremente. Uruguay incluso redefinió en sus textos legales el concepto de matrimonio, que pasó a ser la unión entre dos personas, ya no entre un hombre y una mujer.
Mujica anima a la selección uruguaya de fútbol antes de un amistoso con Israel en Montevideo de cara al Mundial de Sudáfrica el 26 de mayo de 2010 (AFP / Pablo Porciúncula)
En ese tiempo, desde el sillón presidencial, Mujica gobernó con su estilo particular: sin agenda y sin corbata. Por momentos anárquica, impredecible, su gestión dejó muchos temas importantes para los uruguayos sin resolver: la reforma del decadente sistema educativo público quedó por el camino; los cambios que proponía para hacer más eficiente el Estado nunca ocurrieron; no llegaron las nuevas carreteras, puentes y puertos que prometió y que el país necesita para canalizar su producción agropecuaria. Las necesidades tangibles, cotidianas, de los uruguayos sobre los que gobernó, quedaron en muchos casos relegadas a simples promesas.
La economía, en tanto, siguió el curso que tomó después de la crisis de 2002, cuando el país tocó fondo y estuvo a horas de un default. Uruguay crece y crece. Y esta situación llevó el desempleo a niveles casi estructurales.
José Mujica frente a la fachada de su casa en las afueras de Montevideo el 9 de julio de 2014 (AFP / Daniel Caselli)
Para un hombre que -se esté de acuerdo o no con los métodos que adoptó a lo largo de su vida- siempre ha sido un luchador por la igualdad social, debería ser una satisfacción. El gran matiz, sin embargo, lo da su fracaso, que reconoce públicamente, de no haber podido mejorar las escuelas de un país en el que, más allá de ideologías, todos comparten la idea de que la educación pública es el mecanismo igualador por excelencia.
Su mensaje contra el consumismo y en favor de una vida austera lo catapultó a la fama mundial, desde la conferencia de Rio+20 hasta su histórico discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas en 2013.
Mujica se dirige a la Asmablea General de la ONU en Nueva York el 24 de septiembre de 2013 (AFP/ Justin Lane)
Alguna vez cubrí esas asambleas para la AFP, cuando me desempeñaba como corresponsal de la agencia en Washington. Normalmente el presidente del organismo, pasados 15 o 20 minutos, comienza a pedir a los verborrágicos presidentes que redondeen sus exposiciones. Mujica habló 45 minutos sin interrupciones durante los cuales dio una reprimenda calculada a sus colegas políticos que, según el viejo dirigente, no logran ponerse de acuerdo en definiciones básicas para alcanzar una forma de vida más sustentable. Su discurso se volvió viral; su imagen, planetaria.
Su mensaje llegó en un momento clave. La crisis sistémica de valores en los mercados centrales estaba en su apogeo. El estado de bienestar en Europa está en cuestión; la meritocracia a la que rinden culto los norteamericanos como camino al éxito quedó maltrecha tras la crisis de 2008. El descreimiento en las instituciones es un fenómeno global. Y el mensaje de Mujica, un hombre viejo que ha vivido, fue un bálsamo para buena parte de la población que busca desesperadamente referentes morales.
Mujica sustenta su mensaje en su forma de vida austera, sobria. Hace lo que dice y eso lo legitima.
José Mujica trabajando en su chacra en las afueras de Montevideo el 25 de octubre de 2009, cuando era candidato a la presidencia de Uruguay (AFP / José Monestier)
Sin embargo, en su país, su mensaje no cuajó. Los uruguayos, luego de años de refrenar el ansia de consumo, compran y compran. El presidente se justifica diciendo que no puede frenar "la rueda de la economía". Es una contradicción difícil de explicar, cuando en el resto del mundo el personaje es venerado justamente por decir, desde la experiencia, algunas cosas que son de sentido común, como que el consumismo exacerbado nos llevará a acabar con los recursos de un planeta que está enfermo de contaminación.
Ahora Mujica se va de la Presidencia. Pero no de la política pues fue electo senador. Este hombre al que algunos medios calificaron como "el presidente más pobre del mundo" -un título vendedor pero totalmente desajustado de la realidad pues posee un patrimonio que no lo hace pobre en ningún país del planeta- deja el poder con la aprobación de sus votantes y de muchos uruguayos que nunca depositarían su voto de confianza en él.
Mujica es recibido por su homólogo venezolano, Hugo Chávez, en una visita oficial en Caracas el 7 de abril de 2010 (AFP / Juan Barreto)
Se va también, con las mismas críticas acérrimas de quienes no le perdonan su pasado guerrillero al influjo de la revolución cubana. Se va cuando Estados Unidos y Cuba buscan acercarse. Deja el poder en medio de crisis institucionales profundas en muchos países de la región como Venezuela, Argentina o México. Deja su cargo con una gestión matizada en cuanto a sus logros, pero exitosa para su país en el plano internacional. El país está de moda, dicen algunos.
Mujica, ungido en un capital político excepcional, asegura que seguirá batallando por sus ideales. ¿Será que algún día logrará hacer una revolución?
Mauricio Rabuffetti es editor de Economía de AFP en América Latina. Es el autor de "José Mujica. La revolución tranquila", de ediciones Aguilar (PenguinRandomHouse) publicado en América Latina.
José Mujica recibe la banda presidencial de su antecesor y compañero de partido Tabaré Vázquez el 1 de marzo de 2010 en Montevideo (AFP / Miguel Rojo)