11 días en el planeta cine
BERLÍN, 2 de marzo de 2015 – Ser corresponsal en Berlín en estos días significa un fuerte enfoque en temas como la crisis en Ucrania, Grecia o la violencia yihadista en Europa. Pero cada febrero, tengo que cambiar el foco cuando la industria del cine desembarca en la capital alemana para el Festival de Cine de Berlín, y eso siempre se traduce en un cambio rápido de marchas.
Los reporteros de agencias de noticias caminan sobre una línea muy delgada en estos eventos. La idea no es escribir reseñas, nosotros no somos críticos, sino contar a los lectores sobre cuáles películas encantaron a las audiencias, cuáles causaron un escándalo o lidiaron con algún tema político o cultural en nuevas maneras. Este año aprendí acerca de “vírgenes juradas” en las montañas de Albania que optaron por evitar a los hombres y prefirieron un voto de castidad antes que someterse al yugo de un matrimonio bajo las leyes tribales del Kanun. Aprendí acerca del creciente robo de bebés en Guatemala y las raíces de la discriminación en contra del pueblo Roma en la esclavitud de los gitanos del siglo XIX.
La Berlinale, que comenzó poco después de terminada la Segunda Guerra Mundial en el lado occidental de Berlín, se enorgullece de establecer un equilibrio entre las peliculas hollywoodianas con grandes estrellas y los filmes atrevidos internacionales. Este año las celebridades se agolparon en la alfombra roja una vez más: Cate Blanchett, Christian Bale, Natalie Portman, Robert Pattinson, Helena Bonham Carter, James Franco, Nicole Kidman, Juliette Binoche y Helen Mirren, entre otros.
A nosotros los periodistas nos gusta mirarnos como escépticos por naturaleza, así que siempre resulta un poquito extraño ir a las ruedas de prensa con estrellas de película que inevitablemente comienzan con una efusiva ronda de aplausos. Las preguntas, también, tienden a ser complacientes.
Este año, un reportero canadiense se paró para decirle a sir Ian McKellan que su nueva película “Mr. Holmes”, en la que él interpreta al icónico detective Sherlock Holmes atormentado por remordimientos en sus últimos años, había sido, para ella “un orgasmo de película”. Sir Ian le ofreció una sonrisa irónica antes de pasar a la siguiente pregunta, la rutinaria “¿cuál fue el mayor desafío de este papel?”.
Puedes desviarte de este camino a tu propio riesgo. George Clooney es siempre tratado como realeza en el circuito del festival. Pero unos años atrás recuerdo a un periodista turco que en una rueda de prensa con el astro estadounidense, le dijo que su nueva película, “Solaris” era “aburrida”.
El usual brillo en los ojos de Clooney se desvaneció y sus facciones cinceladas se transformaron en una expresión de rabia: “Te encuentro fascinante”, le lanzó Clooney al reportero. “Tú me molestas. Sólo querías levantarte y ser una rata, ¿sabías? Solo querías levantarte y decir algo podrido. Qué idiota. Sinceramente, que cosa lamentable de decir”, dijo, sonriendo amargamente. Clooney no terminó ahí. “Hiciste muchas películas, ¿cierto? ¿Hiciste muchas películas? Sí, me gustaría verte hacer una película antes de que hables de esto. Que idiota”.
Otro año, Meryl Streep estaba en la ciudad para recoger un premio por su trayectoria. Pensaba que podría preguntarle a la tres veces ganadora del Oscar para conseguir una respuesta original.
En la rueda de prensa de la preceremonia, antes de poder alcanzar un micrófono, Streep recibió de los periodistas un ramo de rosas blancas por el Día de los Enamorados, y un juego de matrioskas pintadas a mano que la mostraban en tres de sus roles, incluyendo “El diablo viste de Prada” y “La Dama de Hierro”.
Cuando finalmente fue mi turno, recordé que alguna vez ella había dicho que pensaba que podía haber sido “sobrevalorada” como actriz y le pregunté al respecto, sobre cuál trabajo creía que había sido el mejor. Incluso con Streep dándome una respuesta graciosa y preparada, podía sentir la temperatura de la sala cayendo mientras los cientos de periodistas de cine presentes concluían que me había extralimitado. Un reportero hindú radicado en Berlín que conocía desde hace años, se me acercó al finalizar para expresarme su decepción por mi imprudencia. “Ella es una leyenda”, sentenció.
Comparado con Cannes, que es mucho más restrictivo en su acreditación para la prensa, la Berlinale prefiere considerarse como un evento “democrático” con puertas relativamente abiertas. Esto tiene a concretarse con más excéntricos entre los periodistas guiando las ruedas de prensa. Con frecuencia, cuando una celebridad recibe un baño de agua fría, los entrevistadores escogidos a mano los miman.
Una década atrás, Jack Nicholson y Diane Keaton vinieron a Berlín para promocionar su nueva comedia romántica. Nicholson estaba de mal humor pero Keaton parecía embaucada desde el principio, pidiéndole a su asistente que le reemplazara el agua mineral por vino tinto.
Cuando la actriz de 58 años fue bombardeada por una lista de preguntas provenientes de un cuarto lleno, acerca de una escena de desnudez en la película, ella eventualmente se quebró: “haces preguntas extrañas y no sé cómo responderlas”, se quejó Keaton, enterrando su cara en sus guantes de cuero. “Esto es difícil”, dijo ella antes de soltar una respuesta: “fue un placer estar desnuda en la película”.
Para cerrar la edición de este año, había una película sin estrellas de Hollywood ni una gran operación de relaciones públicas, y que ganó el máximo premio del festival. La producción del disidente iraní Jafar Panahi, “Taxi”, que fue filmada en secreto, usando una cámara en el tablero de un taxi amarillo que era conducido por el propio realizador.
Panahi estaba al margen de la ley por haber viajado al extranjero y después de 10 días en los cuales nuestros exhaustos fotógrafos y equipos de video habían estado corriendo para los llamados de foto, congelándose los dedos cubriendo la tarea de la alfombra roja, la última imagen del año fue la de la llorosa sobrina del director, Hana, quien subió al escenario en lugar de su tío, para recibir triunfante su estatuilla.
La imagen le dio la vuelta al mundo, y pareció que la Berlinale podría hacer algo de bien, quizás ofreciendo a Panahi un poco más de protección por el acoso que recibe en su país natal. Dificílmente había un ojo seco en toda la sala.
Los festivales de cine como la Berlinale pueden ser estresantes y ponen tanto a estrellas como a periodistas un poco en el límite, pero esos momentos fuera del guión son geniales. En tiempos en los que menos gente va al cine y más están viendo películas en pantallas pequeñas en sus espacios, los festivales de cine son espacios en los que la gente se toma las películas seriamente, algunas veces muy seriamente. Dentro y fuera de la pantalla, siempre hay drama.
Deborah Cole es corresponsal de AFP en Berlín