Cartas de un asesino

La carta del asesino Anders Behring Breivik recibida el 5 de septiembre por correo tradicional en la oficina de AFP en Oslo por Pierre-Henry Deshayes (AFP / Pierre-Henry Deshayes)

OSLO, 10 de septiembre de 2014 - Un simple vistazo al sobre bastó para identificar al remitente. En estos tiempos digitales, las cartas postales escasean en la oficina de la AFP en Oslo. Y además tenía esa dirección escrita a mano, esa caligrafía toda en mayúsculas, limpia, inconfundible y cuya simple visión me heló la sangre. 

En un año, recibí tres cartas de Anders Behring Breivik, el extremista de derecha que mató a 77 personas en Noruega el 22 de julio de 2011. Ese día, hizo estallar primero una bomba cerca de la sede del gobierno en Oslo y luego abrió fuego contra los jóvenes laboristas reunidos en la ahora tristemente célebre isla de Utoya. 

Las cartas son mecanografiadas. Sólo la dirección y la firma están escritas a mano. Y son largas: la última consta de diecisiete hojas por ambas caras. Esta correspondencia unidireccional me ha granjeado simpáticas tomaduras de pelo de colegas que me llaman el "amigo por correspondencia" de uno de los peores criminales de la historia. 

(AFP / Pierre-Henry Deshayes)

La primera carta, recibida el año pasado, era un batiburrillo interminable que leí, decidí no reseñar y saqué rápidamente de mi cerebro. 

La segunda, en febrero, se reveló más interesante. AFP fue, al parecer, la primera en recibirla (lo que, me enteré más tarde, generó molestias en la competencia). En ella, Breivik enumeró una docena de exigencias, cuyo desacatamiento, amenazó, lo llevaría a iniciar una huelga de hambre. Una de estas exigencias destaca entre todas: pedía una consola de videojuegos más moderna de la que disponía en prisión. 

He cubierto el caso Breivik desde el primer día, es decir desde el doble atentado del 22 de julio de 2011, y siempre me llamó la atención su incapacidad de distinguir lo evidentemente anecdótico de lo fundamental. Recién capturado en Utoya, donde acababa de masacrar a 69 personas, en su mayoría adolescentes, y de haber traumatizado física y psicológicamente a otros cientos,  pidió a la policía una venda para su dedo índice lastimado... 

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En su carta, exige esta vez una Playstation 3 en vez de la PS2 al mismo tiempo que plantea cuestiones a priori menos desubicadas. Reclama, por ejemplo, el fin de su aislamiento carcelario prolongado y de los registros corporales humillantes a que es sometido a diario a pesar de que el contacto con el mundo exterior le está prohibido (una demanda que había presentado al respecto por “tortura grave" fue  sin más cerrada en los tribunales). 

Habiendo -implícitamente- mencionado la tontería de la Playstation en mi nota ese día, pensé que sería "privado" de cualquier nueva carta del asesino. Hasta esta nueva abultada entrega con la misma escritura rígida y fría que recibí el 5 de septiembre. 

Desde su prisión donde cumple una sentencia máxima de 21 años prorrogables, Breivik puede intercambiar correspondencia con el mundo exterior. Pero sus cartas son examinadas por las autoridades carcelarias que censuran todo o parte del correo que pueda considerarse una apología al crimen. Su cuota de cartas también está limitada por la cantidad de sellos que  puede comprar y la cantidad de copias que puede hacer con la indemnización económica que recibe cada semana. 

¿Por qué entonces enviar estas cartas a AFP? 

Los rescatistas buscan cuerpos en los alrededores de la isla de Utoya el 23 de julio de 2011, al día siguiente de la masacre (AFP / Odd Andersen)

¿Podría ser que, con una minuciosidad casi enfermiza, Breivik contacte a los medios por orden alfabético? Su meticulosidad está perfectamente reflejada en el fantasioso mundo que describió con gran detalle en su manifiesto ideológico enviado justo antes de la masacre y, más trágico aún, en la manera metódica en que mató a sus víctimas ese día. 

¿O que al dirigirse a una gran agencia internacional, sabe que sus palabras podrían potencialmente tener un impacto tremendo? En el mismo manifiesto, escribe que "el 90% de la información mundial proviene de tres agencias solamente: Associated Press (EEUU), Reuters (Reino Unido) y Agence France-Presse (Francia)" que, para su desgracia, "apoyan toda la mundialización y el multiculturalismo". 

¿O bien porque sabe quién soy yo, que probablemente me he sentado siempre en el mismo lugar en primera fila en la sala del tribunal durante las diez semanas que duró el juicio? 

Breivik en la apertura de su juicio el 16 de abril de 2012 (AFP / Pool /Heiko Junge)

"No le he preguntado", me dijo su abogado, a quien entrevisté vía mail. "Supongo que es una apreciación general: él mezcla el grado de conocimiento del caso de los destinatarios de la carta y, a su vez, su capacidad de comprender y transmitir lo que él escribe, con la naturaleza y el número de lectores a que cada periodista puede llegar". 

Sea lo que sea, el contenido de la tercera carta es más delicado. No se trata ya de sus condiciones de detención sino de política. En 34 páginas, dice querer fundar un partido "fascista", lo que le permitiría, según él, continuar su lucha por la vía democrática y no mediante la violencia. 

Autorretratos de Anders Behring Breivik puestos en línea en Facebook (a la derecha) y YouTube (las otras cuatro) antes de los atentados (AFP / Facebook / YouTube)

Surge entonces la pregunta de si hacer que esa información trascienda o no. AFP optó por hacerlo tomando muchísimas precauciones: usar un mínimo de citas textuales de su carta, recordar el debate de expertos sobre la salud mental (en su juicio, fue finalmente declarado penalmente responsable) y dar un contexto lo más amplio posible. 

Porque el peligro es ser instrumentalizado. Darle una tribuna que eventualmente pueda ayudarle a difundir un mensaje que sigue siendo de odio. Evitarle caer en el olvido en el que muchos, sobre todo en Noruega, querrían verlo confinado. Y, sobre todo, potencialmente revivir el dolor de las familias de las víctimas. 

El juicio de Anders Behring Breivik en el tribunal de Oslo, en agosto de 2012 (AFP / Pool / Cornelius Poppe)

Ésta es la posición que ha asumido la mayor parte de los medios noruegos. La tercera carta de Breivik pasó completamente desapercibida. La segunda, la de la Playstation, había tenido cierto eco por su lado tragicómico, pero muy por debajo del interés suscitado fuera del país. 

Por otra parte, Breivik marcó la historia contemporánea de Noruega. Más allá de las fronteras, este asesino, entre los más sanguinarios que el planeta haya conocido, provoca un interés considerable entre aquellos que buscan entender cómo la pacífica Noruega ha podido parir a un monstruo de tales dimensiones y de qué está  hecho el monstruo. Incluso si su "conversión" (sic) a las reglas del juego democrático llega demasiado tarde y sus promesas de renuncia a la violencia no valen más que el papel en el que están escritas, ¿puede un periodista pasarlas por alto? ¿Debemos silenciar completamente el ángulo político cuando son precisamente consideraciones de esta índole las que motivaron sus crímenes? 

A juzgar por las reacciones de los lectores, las opiniones parecen muy divididas. Personalmente, a día de hoy, aún no sé la respuesta.

Flores recuerdan a cada una de las víctimas de la masacre de Utoya al final de la primera semana de juicio a Breivik afuera del tribunal de Oslo (AFP / Kyrre Lien)

Pierre-Henry Deshayes es corresponsal de AFP en Oslo.