(AFP / Aris Messinis)

Un día a bordo del USS Harry S. Truman

MAR MEDITERRÁNEO -- Solo cuando te levantas a las 2:00 a.m. para responder al llamado de la naturaleza puedes apreciar plenamente cómo funciona un portaaviones estadounidense.

Es nuestra primera y única noche a bordo del USS Harry S. Truman, uno de los barcos más prestigiosos de la Armada estadounidense, y yo me encuentro maldiciendo una puerta cercana que no para de golpearse.

Al bajar atontadamente de la litera, me doy cuenta de que el corredor está tan lleno de marineros como durante el día.

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Estamos aquí por invitación de la oficina de relaciones públicas de la Sexta Flota de Estados Unidos. Somos tres periodistas del buró de Atenas: el temerario fotógrafo Aris Messinis, el videasta trotamundos Will Vassilopoulos, y su servidor.

El formulario de evaluación médica que debimos completar antes de obtener la aprobación para abordar fue exhaustivo, por decir lo menos: incluía nuestro tipo de sangre y estado de células falciformes, última vacuna contra el tétanos, lesiones, alergias, cirugías y nuestra ingesta diaria de alcohol y tabaco.

Unos días más tarde, volamos desde la base en la Bahía de Souda, en Creta, en un avión Greyhound hasta el portaaviones ubicado en un lugar no revelado del Mediterráneo oriental.

Ahora sabemos más o menos dónde estuvimos. Pero no podemos decirle a nadie.

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Recibimos una introducción intensa a la aviación naval de parte del piloto del Greyhound, quien hizo varios movimientos antes de lograr engancharse en la plataforma de 330 metros de largo del barco. Para entonces, nuestro interior está verdaderamente revuelto.

Para los que vivimos en Grecia, las tiendas militares estadounidenses son legendarias, llenas de artículos y alimentos que parecen de otro mundo.

Así que, cuando llegamos al comedor del barco, Will enfila directo hacia una bebida azul radiactiva del dispensador, que parece bastante popular en todo el salón. Tiene gusto a azúcar azul concentrada. Decidimos mantenernos a distancia de esas cosas por el resto de nuestra estadía.

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El barco es una pequeña ciudad flotante de 5.500 personas que sirve alrededor de 17.000 comidas y produce un millón y medio de litros de agua cada día.

 

Esperamos encontrar todas las hamburguesas imaginables en el menú, pero la comida es en realidad bastante diversa. Además de pollo, carne de res, pasta y papas, hay una barra de ensaladas bien surtida que incluye frutas y verduras frescas. Como un manjar local, pronto llegará también queso feta griego a granel, nos dicen.

Nuestros anfitriones son educados y profesionales, e incluso bromean de vez en cuando. Pero nunca bajan la guardia.

Las entrevistas concertadas previamente con los miembros de la tripulación son rígidas -uno de los entrevistados parece completamente aterrorizado- y la mayoría repite el mismo mantra de sentirse “emocionado de estar aquí y de mantener a salvo a Estados Unidos”.

También debemos recordarnos constantemente que estas mujeres y hombres de voz suave e increíblemente jóvenes han sido entrenados para matar.

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"Cuando recorras (el barco), te sorprenderá lo duro que les estamos pidiendo a estos hombres y mujeres que trabajen. Y sin embargo, la mayoría tiene una sonrisa en el rostro, les encanta lo que hacen", dice el contraalmirante Gene Black, comandante del grupo de ataque a bordo.

Pero se permiten pequeños atrevimientos.

Al caminar por los angostos y laberínticos corredores de la nave, rápidamente se hace evidente que existe una seria tendencia masculina de llevar bigotes. "Los bigotes no están de moda en Estados Unidos. Así que mientras los hombres están lejos de sus familias por largos períodos de tiempo, experimentan un poco con su vello facial", explica un oficial.

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El Harry S. Truman, líder de un grupo de barcos destructores y un crucero, se mudó al este del Mediterráneo en abril.

Oficialmente, sus aviones están participando en la Operación Resolución Inherente, atacando objetivos del grupo Estado Islámico en Siria. A bordo van siete equipos de tripulación de vuelos especializados, que abarcan desde el reabastecimiento de combustible y la carga de artillería hasta la observación de seguridad.

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Están entrenados para hacer despegar dos aviones cada 40 segundos a la luz del día, o cada 60 segundos por la noche. Los oficiales al mando lo llaman 'ballet'. Los que están en el extremo receptor de los disparos probablemente lo encuentren menos artístico.

Acercarse a un jet F/A-18 Super Hornet, incluso mientras está en modo de espera, no es buena idea. No se permite a nadie en la cubierta sin un casco de protección, chaqueta y gafas, y los tripulantes que se acercan a la aeronave también protegen sus cuellos con bufandas.

"Una vez no me protegí por completo. El estallido me tiró al suelo, y al hombre que estaba detrás de mí también", confiesa un miembro de la tripulación.

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Truman, un capitán de artillería de la Primera Guerra Mundial, es quizás mejor recordado por la frase "the bucks stops  here” (“yo soy el responsable"), que se mantuvo como un símbolo en su escritorio de la Casa Blanca.

La frase está en la estampa del barco y puedes estar seguro de encontrarla prácticamente en todas partes, hasta en los cuartos de literas y las habitaciones para las toallas.

El homenaje al 33er presidente de Estados Unidos, un hombre de campo con los pies en la tierra que probablemente habría aborrecido este tipo de adulación, está siempre presente. En el hangar, los miembros de la tripulación montan bicicletas fijas bajo su retrato en la pared. Las habitaciones tienen fotos de Truman cuando era niño, montando a caballo como un joven oficial, pescando y celebrando un cumpleaños.

Y la frase “Muéstreles el infierno”, que un partidario le dijo en un mitin antes de la elección de 1948, adorna la bandera de batalla del transportista.

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Pero la pieza central es la Sala Truman, un pequeño museo diseñado como una miniatura de la Oficina Oval, que narra la vida del presidente y exhibe copias de artículos personales.

Quizás la exhibición más significativa allí es un pequeño trozo de papel rosado desplegado en una esquina que dice: "Sugerencias aprobadas. Descarguen cuando esté listo". Es la copia de la orden de lanzar las bombas atómicas sobre Japón.

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Ninguna visita a un portaaviones estadounidense está completa sin ver "Top Gun", el clásico filme de aviación de 1986. Por suerte, el oficial al mando del Harry S. Truman, el capitán Nicholas Dienna, fue él mismo un instructor de Top Gun. Así que, naturalmente, le preguntamos en qué se equivoca Hollywood cuando hace estas películas.

 

"En general, la vida como instructor o aviador naval no es tan dramática como los cineastas la comprimen en una hora y media", dice Dienna, quien ha acumulado casi 3.000 horas de vuelo y ha aterrizado en transportistas unas 800 veces.

Los marineros también se ríen del tamaño de los interiores de los barcos en los filmes hollywoodenses, que generalmente se deben rodar en estudios. En un buque de guerra real, apenas habría espacio suficiente para poner las cámaras.

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Después de poco más de 24 horas a bordo, es hora de irse…

Nuestro Greyhound está ubicado en la catapulta del portaaviones . Una sacudida, y en la siguiente fracción de segundo somos lanzados al aire con una aceleración mucho mayor que la que un avión puede reunir por sí solo. Ahora sé cómo se siente una honda.

Cuando el Greyhound se lanza, siento náuseas de nuevo. Una semana después de nuestra visita, mi audición sigue afectada.

Pero después de caminar el equivalente a 40 pisos en el portaaviones, perdí un kilo.

¿Cuándo podemos hacerlo de nuevo?

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