Te deseo paz. Pero... ¿está Brasil en guerra?
RIO DE JANEIRO, 28 de mayo de 2015 - Es otra mañana de sol en el parque de Flamengo, un oasis de exuberantes palmeras y papagayos parlanchines frente a la Bahía de Guanabara, donde en casi un año se disputarán las competencias de vela de los Juegos Olímpicos.
Dos amigas se cruzan por casualidad y, antes de reemprender camino, una desea a la otra “muito amor, muita saúde, muita paz”.
¿Mucha paz? Pero Brasil no está en guerra... ¿O sí?
Desde que llegué a Rio hace cuatro años, siempre me llamó la atención cómo los cariocas se desean constantemente la paz. En la noche del 31/12, llegan en masa a las arenas de Copacabana vestidos de blanco, a pedir paz para el año entrante. Rio tiene hasta sus propias ONG con nombres alusivos. Una de ellas es Rio da Paz, que organiza happenings en lugares públicos para agitar la conciencia de la población. En enero, plantaron en la playa una cruz y juguetes cuando las balas perdidas alcanzaron su 12ª víctima en nueve días, una niña de 12 años. La semana pasada, colocaron una bicicleta negra y un charco de tinta roja en la ciclovía que bordea la laguna Rodrigo de Freitas, donde un cardiólogo fue asesinado por delincuentes que robaron su bicicleta en la octava agresión con cuchillos en una semana.
Brasil convive desde hace décadas con una enorme brecha entre ricos y pobres, y aunque ésta ha mejorado en los últimos años gracias a los programas sociales del gobierno de izquierda, el 10% más rico concentra un 41,7% de los ingresos (*). A esto se suma el racismo latente en una población nacional compuesta en su mayoría por negros y mulatos (que son también la gran mayoría de pobres, y de víctimas de muertes violentas), así como una lógica de guerra entre policías y narcos que tiene como rehenes históricos a los más necesitados. Casi dos millones de cariocas viven en más de mil favelas sin servicios públicos básicos.
Para ellos, la violencia es el pan de cada día pese a la ocupación policial de decenas de favelas desde 2008. Aunque los homicidios han bajado un poco desde entonces, y es mucho más difícil toparse en estas comunidades con narcos cargando arsenal de guerra, el tráfico de drogas continúa, hay batallas entre diferentes facciones y la policía sigue matando civiles a un ritmo de seis por día en todo el país. En cinco años, de 2009 a 2013, los policías brasileños mataron más civiles que la policía estadounidense en tres décadas (**).
15 muertos por día
Un total de 50.181 personas fallecieron por muertes violentas desde 2007 hasta abril pasado en el estado de Rio. Unos 15 muertos por día (***).
Pero en las últimas semanas varios crímenes violentos –una ola de ataques con arma blanca en el centro y en los barrios más acomodados de Rio– alcanzaron también a la clase media y media alta, sacudiendo sus rutinas. Y generaron un temor quizás similar al que sienten desde hace décadas los vulnerables habitantes de las favelas, que no están a salvo de una bala perdida ni dentro de sus propias casas.
La sensación es que a casi un año de los Juegos Olímpicos en Rio, nadie está a salvo, ni en las favelas ni fuera.
“Causas de muerte en Rio de Janeiro: andar en bicicleta por la laguna; trabajar como mototaxista en Sao Carlos; ser un niño de 10 años en Alemao”, tuiteó hace unos días Mauricio Santoro, un politólogo que asesora a Amnistía Internacional, mezclando en un mismo cóctel tres escenarios de asesinatos recientes: el Complexo do Alemao y Sao Carlos, en la zona norte, y la laguna Rodrigo de Freitas, a pocas cuadras de la playa de Ipanema, donde se celebrarán las competencias olímpicas de remo.
En las redes sociales, muchos habitantes de los barrios de clase media alta no esconden su miedo, que llega a rozar en la paranoia, y hasta piden castigos por mano propia para los delincuentes. A veces cuelgan fotos o videos de sospechosos de robos que han sido capturados en la calle siendo apaleados por vecinos. Y aprovechan para defender el proyecto de ley de reducción de la edad de imputabilidad penal de 18 a 16 años, en discusión en el Congreso.
Una sociedad que se mata
“La imagen mítica del brasileño simpático existe solo en el samba. En la relación entre las personas, siempre fue violento. La sociedad brasileña no es simpática, es una sociedad que se mata. Ese es el Brasil que vemos hoy en internet”, sentencia sin pelos en la lengua el sociólogo español Manuel Castells en una reciente entrevista con el diario Folha de Sao Paulo.
Treinta y dos menores de edad fueron arrestados en el Parque de Flamengo, varios armados con cuchillos. Al día siguiente, 31 fueron liberados. El gobernador de Rio, Luiz Fernando Pezao, echa las culpas a la justicia y el alcalde Eduardo Paes se lava las manos porque dice que la policía no depende de la municipalidad sino del gobierno estatal. Expertos en educación y defensores de derechos humanos señalan que si bien estos jóvenes deben ser castigados por sus delitos, también son víctimas de una sociedad que les margina, que les trata con violencia, y que muchas veces no tienen familia ni escuela, como el joven de 16 años sospechoso de asesinar al ciclista en la laguna.
Más allá de lo religioso, los cariocas “están deseando tener paz” porque en un Rio con historial de violencia, inclusive la policial, “la gente se siente insegura” y últimamente “está en shock”, dice la antropóloga Alba Zaluar, que estudia las favelas hace 35 años y que confiesa que ha dejado de ir a la laguna donde han tenido lugar varios ataques con arma blanca.
“Esta violencia que hay ahora en Rio de Janeiro está absolutamente relacionada con el tráfico de drogas”, y a esto se suman otros: “Las escuelas públicas son de mala calidad, la desigualdad social, la violencia policial…”, añade.
Aunque la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, haya dicho que el teleférico del Complexo do Alemao la hace sentir como “en una estación de esquí”, quienes duermen ahí cada noche no se sienten en Aspen ni Gstaad.
Pese a la denominada “pacificación” de estas 15 favelas en 2010 “la violencia sigue igual; hay mucha gente inocente muriendo”, se queja Madalena Alves de Assis, una madre soltera de 30 años, desempleada, mientras charlamos en la puerta del centro de asistencia social del gobierno en Alemao.
Assis dice que tiene miedo que sus tres hijos de 6, 8 y 10 años terminen como Eduardo de Jesús, el niño de 10 años que hace dos meses jugaba a pleno día en el frente de su casa en el Complexo do Alemao cuando un policía lo mató de un disparo en la cabeza.
Zaquel Nunes, un habitante de Alemao, contó lo que sintió tras esos dos días de inicios de abril en que seis personas fueron baleadas en la favela (cuatro murieron, incluido Eduardo). “El miedo, el terror aquí es constante. Todos los días hay tiroteos porque vivimos en territorio de perros y gatos, y uno está en el medio. Uno puede ser el blanco en cualquier momento, sin aviso, infelizmente”.
Para más de seis millones de cariocas, sean ricos o pobres, aún no hay paz en Rio.
(*) Datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE, estatal) de 2013, los últimos disponibles. (**) Cifras de la ONG Foro Brasileño de Seguridad Pública (***) Cifras del Instituto de Seguridad Pública del gobierno estatal
Laura Bonilla es la jefa de redacción de AFP Brasil en Rio de Janeiro.