Preparándome para la tormenta perfecta
Washington DC -- Allí estábamos: siete periodistas alineados contra la pared con las manos arriba, oficiales de la policía gritando instrucciones detrás de nosotros y de a ratos pegándonos con palos.
Aunque sabía que se venía, todavía no estaba preparado para esto. Los oficiales que nos gritaban eran actores y entrenadores. Los palos estaban cubiertos de espuma. Estábamos participando en un ejercicio de simulación en un campo de entrenamiento para periodistas que cubren disturbios y que irían los días siguientes a las convenciones presidenciales Republicana y Demócrata.
Por lo general, los medios informativos envían periodistas con cursos de entrenamiento para conflictos cuando se dirigen a zonas de guerra. Pero estábamos allí por una razón diferente: gran parte de este curso se enfocaba en lo que podía ocurrir en las próximas convenciones de nominación de los candidatos. Especialmente en la convención republicana en Cleveland, donde Donald Trump será coronado como candidato oficial.
Una campaña en la que no han faltado roces de periodistas con Donald Trump, la alta probabilidad de que ocurran grandes protestas contra el temerario candidato y un departamento de policía sin mucha experiencia en eventos masivos son los ingredientes perfectos, según nuestros instructores, para que la convención Republicana pueda convertirse en la tormenta perfecta.
El entrenamiento en disturbios civiles se ha vuelto “una industria en expansión”, dice Frank Smyth, el fundador de Global Journalist Security, la empresa a cargo de nuestra preparación. Smyth fue reportero en peligrosos lugares como Irak y Ruanda y se especializó en seguridad periodística en el Comité para la Protección de los Periodistas. Nos contó que el nivel de hostilidad hacia la prensa en Estados Unidos durante estas elecciones es la más grande que ha visto.
Muchas organizaciones de noticias decidieron suministrar chalecos antibalas y cascos duros a los periodistas que irán a la convención. AFP no es la excepción. Llevaremos esas protecciones a Cleveland, y yo reportaré desde las calles de la ciudad con ese equipo a mí disposición.
Durante el entrenamiento, nos enseñaron cómo lidiar con multitudes hostiles, así como a ser conscientes de nuestro entorno y evitar convertirnos en un blanco, distender las discusiones, ofrecer primeros auxilios y tratar con la policía.
Así es como nos encontramos contra la pared con las manos arriba, aprendiendo a lidiar con los agentes.
Los gritos eran tan intensos que no puedo ni siquiera recordar exactamente que decían.
Nos dijeron que lo más importante que debíamos hacer era ser obedientes y permanecer tranquilos (para poder escuchar todas las instrucciones verbales que nos lanzaran). Pero una cosa es que te digan lo que hay que hacer y otra, hacer lo que te dicen que hagas.
Así que allí estaba recibiendo golpes con un palo recubierto de espuma en la espalda y en el cuello, porque entre los gritos y la confusión no escuché una sola de las órdenes que me daban.
Sólo era un entrenamiento, pero cuando me arrodillé frente a la pared, con las manos atrás y sufriendo abusos por parte de un supuesto oficial, la sensación de miedo e impotencia era muy real.
“Quedé helado”, dijo un periodista negro en una reunión tras el simulacro (acordamos mantener la privacidad de todos los participantes del entrenamiento y no nombrarnos).
Cuando el instructor nos dijo que una de las tácticas que podíamos usar durante un arresto era sacar muy cuidadosamente nuestras identificaciones de periodistas, este afroestadounidense, alto y atlético, dijo: “No sacaré una mierda”. Le preocupaba parecer una amenaza para la policía.
“Tenemos que pensar en la raza. Religión y género, también”, dijo otro instructor durante una presentación previa. Estas divisiones son parte de la realidad en la calle.
También tuvimos una dura lección sobre las percepciones de los oficiales de la policía, que entrenan a otros oficiales antidisturbios. Fuimos invitados a una conferencia. Lo que tenían para decirnos era justo lo contrario a cómo los periodistas nos vemos a nosotros mismos.
Los policías generalmente desconfían de los medios, dijo, y creen que solemos usar información fuera de contexto, buscando la historia que “vende”.
En las protestas, dijo, la policía generalmente ve a los medios como un obstáculo, creyendo que incitan a los manifestantes para tener una historia más contundente, ya sea deliberadamente o por su mera presencia.
En ese momento, podía sentirse la tensión en el salón.
En una pregunta que pareció tener la intención de provocar a un policía, un reportero le dijo: Algunos de los que protestan creen que los policías son simplemente agentes del gobierno y que no se debe confiar en ellos. ¿Cómo responde a eso?
Los policías no se ven a sí mismos de ese modo, dijo, creen genuinamente que están para servir al público.
Luego, se dio vuelta a hacia los periodistas: ¿Cuánto influye el ego de los periodistas en que queden atrapados en situaciones hostiles? ¿Es para jactarse?
El ego puede influir, respondió un reportero, pero los periodistas también creen que están sirviendo al público.
En ese momento, y quizás sólo por un instante, un policía y un grupo de periodistas, en un caluroso salón de clase en Washington, encontraron un propósito común y algunos puntos en común.
He sido afortunado por no haber considerado nunca a un policía como un obstáculo mientras estaba reporteando. A menudo, los consideré colaboradores con los requerimientos de los reporteros para conseguir la historia.
Puedo recordar situaciones en las que policías se compadecieron de mí, como cuando estuve perdido en medio de una multitud gigante o al tratar de averiguar lo que estaba pasando, y me permitieron cruzar las áreas restringidas para llegar a donde necesitaba o para encontrar al oficial al mando para pedirle más explicaciones.
En los días posteriores al entrenamiento, vivimos las consecuencias del tiroteo de Dallas, desde los funerales de policías hasta duras discusiones sobre las relaciones raciales.
En respuesta a ese incidente, las autoridades de Cleveland anunciaron un endurecimiento de la seguridad. También ampliaron la ya larga lista de artículos prohibidos en la zona cercana a la convención, incluyendo cuchillos, aerosoles y pelotas de tenis. Las armas están permitidas, porque así lo establece la ley de Ohio.
Mientras me preparaba para ir a Cleveland, trataba de conciliar el entrenamiento que recibí con mis creencias fundamentales sobre cómo hacer mi trabajo y vivir mi vida. ¿Debería ser cauteloso con sobre quienes me rodean, con la policía? ¿O debería seguir acercándome a quienes conozco con la misma apertura y curiosidad que alimenta mi forma de hacer periodismo?
No creo que consiga la respuesta a esas preguntas hasta que pase la prueba en la vida real. En el terreno. En Cleveland.