Guerra de almohadas en el avión papal
CIUDAD DEL VATICANO, 29 de febrero de 2016 – ¿Efecto Francisco o la necesidad natural, incluso para los muy serios expertos en el Vaticano, de relajarse un poco durante las jornadas largas e intensas? En el avión del papa argentino, el ambiente es ahora menos encorsetado y en ocasiones incluso francamente indisciplinado.
Al inicio de cada viaje, Jorge Mario Bergoglio saluda uno por uno a los periodistas, tomándose un poco de tiempo con cada uno. La vestimenta se ha hecho menos estricta y austera que antes.
El papa estrecha la mano largamente, abraza a los que conoce mejor. Muchos se toman selfis con él, le entregan regalos personales. Algunos le muestran en una tableta fotos de un cumpleaños o una canción de sus nietos. Él escucha y mira a todos pacientemente. Otros le piden que rece por alguna persona en particular, él asiente y les pregunta el nombre de por quien se compromete a orar.
En el vuelo de Roma a la Ciudad de México, deja a un periodista mexicano pulirle los zapatos. De niño, este reportero tuvo que ganarse la vida como limpiador de zapatos en la calle para pagar su traje de primera comunión, y con este gesto ahora quiere agradecer el compromiso del papa hacia los menos favorecidos, la gente de la calle. Los periodistas aprecian esta cercanía, aunque algunos piensan que esto va demasiado lejos, que ya no existe más la distancia que corresponde al vicario de Dios…
Pastel de cumpleaños
A menudo en presencia del Papa se celebra un cumpleaños de un periodista. Luego aparece un pastel y el papa aplaude, sin que jamás parezca que le aburre la situación. A su regreso de México, la torta fue para Alberto Gasbarri, por su último viaje. Este hombre es una institución como mano derecha del papa: ha organizado desde hace 30 años los viajes de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, y ahora se toma un merecido retiro. Varios veteranos de la prensa del Vaticano lo homenajean, y el papa participa con su pequeño comentario: "Muchas gracias. ¡Él me dio buenos consejos! Tiene un solo defecto: ¡no sabe calcular bien los kilómetros! "
Al inicio de su pontificado, Francisco no estaba así de cómodo. En su primer viaje, para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en julio de 2013 en Río de Janeiro, dijo que temía a los periodistas y aseguró sentirse como "Daniel en el foso de los leones". Pero en el viaje de regreso, reconoció que estos leones no mordían. Y desde entonces, en cada viaje elogia más el "duro trabajo de los periodistas", haciendo hincapié en lo importante que es para él que sus comentarios se informen ampliamente y de forma fidedigna, para las causas por las que trabaja: la paz, el diálogo, la reconciliación. "Les agradezco su trabajo: ¡hagan lo que puedan! Gracias, gracias", repite a menudo.
Confianza y fantasía
A veces se deja llevar por la confianza, como si estuviera hablando con gente muy cercana. Antes de aterrizar en la Ciudad de México, tras una partida al alba y un viaje que se extendió algunas horas de inusual intensidad en Cuba por un histórico encuentro con el patriarca ortodoxo Kirill, Jorge Bergoglio admite cierta fatiga: "Ahora, me esperan 23 km de papamóvil abierto", dice con una sonrisa cansada, previendo el largo trayecto desde el aeropuerto hasta la nunciatura.
Incluso sus tradicionales ruedas de prensa en el avión de regreso de sus viajes pueden adquirir aires fantásticos. Contrariamente a su predecesor, Benedicto XVI, que conocía las preguntas por adelantado, Francisco deja que los periodistas pregunten lo que quieran sobre cualquier cosa y nunca recula, optando por la franqueza, sin apartarse de su hábito de jesuita. A la vuelta de México, un periodista le preguntó al papa, nieto de inmigrantes italianos, si soñaba en español o en italiano. "¡En Esperanto!", respondió.
Un puñetazo a quien insulte a su madre
Un día, confesó su sueño de ir a China. No siempre demasiado prudente, otro día dijo que Donald Trump no es "cristiano" si quiere construir un muro en la frontera entre Estados Unidos y México. Como buen jesuita, agregó inmediatamente que le daba al candidato "el beneficio de la duda", por si acaso sus palabras hubieran sido mal citadas. Pero su pequeña salida dio la vuelta al mundo, como cuando, de vuelta de Filipinas en enero de 2015, instó a los católicos a no instó reproducirse como "conejos" y dijo que estaría dispuesto a dar "un puñetazo" a quien insultara a su madre.
Para los periodistas, los viajes de Francisco ofrecen a menudo momentos de risa y buen humor. Algunos de ellos, fascinados con los bailes tradicionales que tuvieron lugar en el aeropuerto de Kampala en noviembre, se pusieron ellos mismo a bailar. Pero a veces el "cuerpo de prensa" del papa puede perder los papeles por completo. Como ocurrió con esa guerra de almohadas inesperada en el avión que debía traer de vuelta a Ciudad de México al papa, a su entorno y a la prensa después de la visita a Morelia, capital de Michoacán.
Almohadazo en la cabeza del jefe de seguridad
La jornada había sido larga: levantada a las 4h, llegada en avión, traslados en autobús, largas esperas en las salas de prensa con wifi caprichoso, coberturas sofocantes en dos estadios cerca de una tribuna donde los cantos sonaban atronadores... y eso no fue todo: de vuelta en el hotel, tocó escuchar un informe detallado de la jornada que hizo Federico Lombardi, padre jesuita y portavoz del papa. Y el día terminó de nuevo demasiado tarde por dedicar tiempo a tomar una copa con los colegas.
El avión esperaba entonces en la pista del pequeño aeropuerto, los compartimentos para equipaje estaban repletos de los muchos regalos ofrecidos al papa en ese día: un colorido sombrero pero también un crucifijo, en un puro estilo sulpiciano demasiado ordinario, agregan un toque fellinesco a la escena. Y un colega hace reír a todos mostrando su foto del muy serio y amable cardenal Pietro Parolin, número dos del Vaticano, abrazando una enorme mascota -un catequista vestido con un traje de tela de peluche- en una ceremonia con cientos de niños en la catedral de Morelia.
Sume a estos pequeños y absurdos hechos un vasito de tequila tomado de un solo trago, y tiene el inicio de la descompresión general: vuela la primera almohada. Luego otra. Las pequeñas almohadas entregadas por las azafatas para la comodidad de los pasajeros se estrellan en la nariz o la cabeza de uno u otro. Cual adolescentes, los especialistas del Vaticano, hombres y mujeres, se entregan a una pelea de almohadas. El comandante Domenico Gianni, jefe de la gendarmería pontificia, llega hasta ellos en medio de la trifulca...
También recibe un almohadazo en su cabeza calva. Buen jugador, el jefe de seguridad del papa, bajo una fuerte presión por el gusto de su jefe por el contacto directo con el público, lo devuelve sonriendo.
Jean-Louis de la Vaissiere es el corresponsal de AFP en el Vaticano.