¿Alguien escuchó?
El sol teñido de rojo por las humaredas me vuelve a la memoria en cuanto abro el resultado del test de covid-19: es negativo. Respiro aliviado por primera vez en días y corro para finalmente besar a mi hijo y a mi compañera sin temor de llevar a casa el virus que sigue cobrando miles de vidas en Brasil.
Acabo de regresar del Pantanal brasileño que, al igual que la Amazonia, está en llamas. Para quienes no lo saben, el Pantanal es un bioma único que abarca zonas de Brasil, Bolivia y Paraguay; una sabana inundable de una gran biodiversidad, santuario de una flora y de una fauna excepcionales, que incluye desde guacamayas azules hasta jaguares.
Escribo estas línes desde Rio de Janeiro, mientras una fuerte lluvia golpea la ciudad. El telediario muestra calles inundadas, personas que abandonan sus coches y alerta del riesgo de deslizamientos de tierra en las favelas, situadas en su mayoría en las laderas.
Mientras tanto, hablo a través de WhatsApp con el dueño de una posada del Pantanal donde hace días documenté el trabajo de brigadistas y bomberos luchando contra el fuego que se arrastra bajo capas de follaje y brota bajo sus propios pies. Me cuenta que han caído unas pocas gotas de lluvia en la región, pero no lo suficiente para aplacar la tragedia. El fuego avanza sin piedad.
Soy un fotoperiodista brasileño nacido y criado en Rio, muy lejos en distancia y en matices de la realidad de la Transpantaneira, una carretera de tierra que cruza el Pantanal, en el estado de Mato Grosso.
En los 150 km que van de Poconé al distrito de Porto Jôfre, no hay luz eléctrica, ni señal telefónica, ni internet, ni ningún lugar de refugio. Frente al volante, he recorrido este camino innumerables veces durante varios días, detrás de las historias.
Los 119 puentes de la carretera dejan clara la dinámica de una región donde la tierra y el agua se mantienen en equilibrio. La mayoría construidos con tablones de madera, son una alerta constante para un fotoperiodista que cree que una foto puede marcar la diferencia. Con cada chirrido y crujido que amenazan con romperlos, los puentes parecen decir alto y claro: sólo eres un tipo con una cámara en la mano, ten cuidado.
El olor a carne podrida y los buitres son señales de algo que podría ser fotografiado para el reporte. Tal vez un cocodrilo muerto en el lecho de un río seco, un pájaro alcanzado por el fuego o tantos otros animales sin vida o que luchan por sobrevivir.
Aunque soy el único brasileño del equipo de la Agencia France-Presse en la misión, es la primera vez que visito el sitio. Mis colegas ya han venido anteriormente, como turistas o para trabajar.
Recuerdo las coloridas páginas de los libros escolares sobre la región. Intento encontrar algo que se parezca al Pantanal de mi imaginación - los colores, las plantas, los pájaros - pero veo un paisaje interminable en tonos de ceniza.
Empecé este reportaje pensando que mi mirada sería casi la de un extranjero. Después de todo, desde mi casa en Rio hasta el distrito de Porto Jofre, al final de la Transpantaneira, hay más de 2.200 kilómetros, casi la distancia entre París y Estambul, por ejemplo. Me equivoqué. Un tenue hilo conecta a todos los brasileños. Se llama resiliencia.
La reconozco en la convicción de que una buena lluvia acabará con este infierno. En la confianza de que esta vez, ahora estoy seguro, las balas perdidas dejarán de encontrar cuerpos en las calles de Rio.
El nexo es visible, casi palpable, en cada conversación y en cada desahogo del hombre del Pantanal, incrédulo ante lo que está sucediendo en su universo. Este país tiene muchos desafíos y contradicciones, pero de alguna manera nos sentimos cercanos.
Un grupo de voluntarios rescata animales, un pescador combate el fuego que amenaza uno de los puentes, animales que buscan los pocos puntos de agua y comida que quedan: cada día, una nueva faceta del Pantanal se revelaba ante mis ojos.
Por fortuna, mi profesión consiste en estar presente, escuchar y documentar. Trasponer en imágenes la fuerza del ser humano y de la naturaleza en situaciones adversas.
Hay muchas historias que contar sobre el Pantanal, muchas más de las que he logrado condensar en el tiempo que pasado en la región. Me siento frustrado como periodista. No tengo idea de si mi trabajo fue suficiente para alertar sobre la situación. En cada imagen busqué gritarle al mundo, con todas las fuerzas, que el Pantanal se está quemando. ¿Alguien escuchó?